martes, 3 de abril de 2018

SOMBRAS.


Descubrí mi camino al campo
largo, lento y fatigado,
me detuve a la sombra fresca
de tu torso despoblado.
El rocío bañaba tu arena
dorada a los primeros rayos,
de una mañana sincera
bajo las ramas de un árbol.
El fuego de tus latidos
que ardía entre mis brazos,
dejó una huella imborrable
ardor, que cicatrizando,
aún me duele en lo mas hondo
agridulce, ácido, cáustico...
y todo en una mañana
bajo las ramas de un árbol.
Pantagruélico desayuno
para perro tan flaco,
no quedó de ti un minuto
que no contaran mis labios.
En el negro ébano rizado
que sutil decoraba tu frente
quedaron mis dedos postrados
aquel día, para siempre.
Hoy, después de los años
me acordé bajo el mismo árbol,
de la brutales caricias
de nuestro amor despiadado.
Aún recuerdo la humedad
que como ríos, océanos,
regó el árbol infinito
bajo el que nos entregamos.
Verde permanece en mí el sello
de las hojas ya veladas,
como velado me aflora el pelo
lluvia de canas nevadas.




Autor 
Antonio Carlos Izaguerri. 

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