1235 CARTA A LA VIDA.
Querida vida,
Llamarte bonita es aceptar que eres caprichosa. Sometida a
la tiranía de tus caprichos y sabiendo que pocas cosas siguen una lógica
consciente y racional, entenderás que vivirte no resulta nada fácil.
Me haces con celos, con envidia, con cabezonería, me haces
con un montón de sentimientos y yo tengo aprender a arreglármelas con ellos.
Esto tampoco es fácil. Lo peor de todo, es que una vez que he descubierto el
funcionamiento humano ya no puedo hacerme la inocente. Por ejemplo, ahora que
sé que el humano es envidioso, tengo que entrar yo primero por la puerta y que
la envidia se quede fuera.
Además me haces mortal, y si no lo acepto rápido, te
maltrato y no aprecio el tiempo que me das lo suficiente como para aprovecharlo
cada día. No aceptar la mortalidad conllevaría vivirte insatisfecha, llorando
por lo que nunca tendré, triste casi sin saber porqué. Con todo esto, para
verte bella me haces amar lo perecedero, me haces amar los cambios. Y una vez
más, eso tampoco resulta fácil.
También me haces llena de palabras, y una por una tengo que
ir conquistando significantes para no tener una vida de 800 palabras sino de
5000. Ir conquistando palabras para saber que el tiempo es mucho más que el
clima, por ejemplo. Y más me vale aplicarme porque la única diferencia entre el
resto de seres vivos y los humanos es el lenguaje. Así que si no quiero ser un
borrico de oro…
Sobre todo, de todas las vidas posibles me haces elegir la
mía propia. Me haces decidir y a veces tanta libertad me pesa en lugar de
hacerme ligera como una paloma. Dijo Alberti: "se equivocó la paloma, se
equivocaba…". Te confieso que no me termina de gustar que todo se sabe a
posteriori y que no hay decisión perfecta. Casi me obligas a la salud, porque
no elige igual una persona que goza de salud psíquica que una persona
neurótica. No elige igual quien conoce no todas, pero sí muchas de las
posibilidades reales, que quien elige entre opciones imaginarias o fantaseadas.
Para colmo además de tus caprichos, tengo que soportar los
míos propios que no son pocos. Si un día estoy triste, todo mi pasado lo pinto
triste y si un día estoy alegre, todo mi pasado lo pinto alegre, un poco
injusto ¿no?
Querida vida, a ver si tú y yo nos vamos entendiendo.
Porque en definitiva, odiarte no es más que una forma negativa de amarte, y la
indiferencia me parece una práctica imposible porque los días con sol al final
me llegan al corazón.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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