viernes, 6 de marzo de 2020

SE ME VOLVIÓ COSTUMBRE.


¡Un suspiro muriendo, en mi pecho ardiente!
Bajo un cielo plomizo, de una tarde de enero,
dibujé mis pasos por aquel sendero,
del viento peregrino, sentía la corriente.
No estabas, lastimosamente
y se me volvió costumbre,
caminar frecuentemente,
por la calle silenciosa y vacía...
en donde ningún alma, sola andaría. 
Y se me volvió costumbre,
acurrucarme en la piedra…
a mirar crecer la hierba,
del camino de mi vereda...
ése que a diario anduviera,
recordando tu ausencia. 
Y se me volvió costumbre
estar hablando con la luna,
esa luna rojiza
que teñía el horizonte,
la que fuera centinela
de mis sueños y quimeras...
la que fuera compañera
de mi hastío y de mis penas. 
Y se me volvió costumbre
nunca dejar de pensarte...
y se me volvió costumbre
bajo la lluvia soñarte
y se me volvió costumbre
debajo del sauce esperarte. 
Y ver pasar la tarde
y ver llegar la noche
y sentir el rocío de la aurora
y ver pasar las horas...
y no verte llegar a media noche,
entre la gente que viaja en coche.
Y se me volvió costumbre
acostumbrarme a la espera... 
Y si nunca de frente yo te viera
y en mi jardín el tulipán no floreciera
y en mi alma todo el tiempo lloviera
y siempre viera marchitar la primavera
y muchos inviernos, blanquearan mi cabeza
y muchos otoños, de hojas me cubrieran.
Yo te aseguro vida de mi vida…
yo te aseguro que no te olvidaría
y en mi pecho la flama ardería…
y tu desdén... jamás la apagaría.




Autor 
Antonio Carlos Izaguerri. 

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