A la hora más exacta,
arribar a nuestra isla
y que parezca que
somos dos perfectos ajenos paseantes,
conmovidos de pronto y al unísono
por la gris bienvenida del otoño.
A la hora más exacta,
caminar por la orilla más lírica del mar,
imaginando versos giratorios
y a ti en el epicentro de su melancolía.
A la hora más exacta,
encontrarte a mi lado en alguna playa
y mirarte a los ojos, y saber que has venido
a dejarte nombrar por mis ausencias.
A la hora más exacta,
seguirte presuroso por cualquier chiringuito,
contando las pisadas en la arena
y las sonrisas que nos entrelazan.
A la hora más exacta,
sentarnos en un banco tenuemente nocturno
sin temor a la luna o a noviembre,
y besarte en la playa como si fuese
el último confín de la ternura.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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