domingo, 19 de abril de 2020

TEMPESTAD.

La densa tempestad llegó sin dar aviso
en olas de amargura, y en una extensa bruma
sin penas, sin piedad, hundió lo que ella quiso
para atibar un sueño y hacer que se consuma.

Sintió en la piel el cencio de origen impreciso
en una oscura noche con lágrimas de espuma
y solo en su maleta cargaba el compromiso
de ver la claridad el tiempo que le insuma.

Navega turbulencias de océanos y mares
perdida en la calígine mordaz contra los vientos
que intensos amenazan recónditos lugares.

La luz de la esperanza se enciende por momentos
y en esa paz inmensa olvida sus pesares
clavados en su ser en finos filamentos.

Resiste a los sedientos
endriagos del camino flotando en la añoranza
guardada muy celosa de aquella lontananza.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri. 

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