A ti amada mía que siempre estás en mis
sueños.
Te observo dormida y desnuda,
como una bella pintura,
y tu piel, suave como terciopelo,
mar para mis manos como barcos.
Deja los remos un rato,
que tus caricias me han agotado.
Se timonel de mi barco,
suavidad en mi puerto,
y bebe de mis besos.
Pero observa marinera,
que solo hay un timón en el mar;
un mar ajetreado por la pasión
que perturba la razón
y no puedo dominar.
Tu piel es mar para ser navegado,
mis manos, son barcos que recorren tu cauce
de norte a sur, de este a oeste,
y acompañan su recorrido,
como veleros mis labios.
Navegamos en la fusión
De dos cuerpos embarcados
en el barco del amor.
Desolado estoy al perder el timón
que dejó el timonel,
y llevó el barco a la deriva.
Ahora soy ola sin caricias,
sin barco ni timón
y sin velero que besar.
Y extraño todo, todo.
El aroma de tu piel, la locura de tu cuello
el fuego de tus ojos y la fineza de tus cejas.
Ven ya, vuelve a mis brazos,
Busca un velero, pídele al viento.
Al viento pido velero y capitán
que dirija el rumbo hacia tus brazos;
que vire a sotavento.
Seré como las olas en remolino
que desemboque en tu cuerpo
con la frescura de tus besos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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