El amanecer de un día cualquiera,
sin recuerdo, sin reloj, ni fecha,
hizo mi noche agobiante endecha,
desvelando mi alma en tu espera.
Divagué en tu realidad y quimera,
entre mi ventana y mi frío lecho,
deliré porque la puerta se abriera
o de repente entraras por el techo.
Y pasó lo que nunca quisiera,
el sol sorprendió mi desvelo,
mi realidad se hizo quimera.
Tu ausencia no bajó del cielo.
Mi esperanza ya evanescente,
pronunció tu nombre apenas
y en rogatoria pálida, yacente,
clamó por ti: Cosas buenas.
Y al yacer de otra tarde sin fecha,
en la voracidad de noche indolente,
mi alma será persistente endecha.
Acaso por tu ausencia inclemente
o por la necesidad vital de tenerte.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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