En el desierto se funden,
la soledad y la verdad,
sin espejos que mirar,
sin ejemplos que imitar.
La profunda realidad,
en la inmensidad se une,
a la cruel necesidad,
de sobrevivir sin más.
En el río de la esperanza,
bajan tranquilas las aguas,
flotan antiguos deseos,
viven sueños y añoranzas.
La corriente se los lleva,
como una frágil goleta,
que sin rumbo se desplaza.
En el mar de los amores,
la furia en las aguas salta,
la fuerza de las pasiones,
a los sentidos asaltan.
En las procelosas olas,
que el corazón arrebatan,
el batel se tambalea,
bajo sus velas hinchadas.
Las mentiras se desvelan,
como hojas que se arrancan,
del árbol de la existencia,
como una herida que sangra,
como gotas que resbalan,
sobre la verdad auténtica.
El odio y la indiferencia,
en la mentira se plasman.
Praderas de sensaciones,
para caminar por ellas,
con la emoción en los ojos
y la verdad en la tierra.
Corretear por los campos,
donde la Luna se acuesta
y esperar que salga el Sol,
para romper las tinieblas.
La voz se ha vuelto de bronce
y la mirada se espesa,
cuando se cubren los montes,
con la alfombra nívea y fresca.
Blanco manto donde alberga,
sencillas vidas secretas.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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