viernes, 31 de julio de 2020

EL AMOR SELLÓ LAS GRIETAS.


Campos sembrados de ideas,
tierras ocres, sin matices.
Versos que son cicatrices,
de las heridas que quedan.
Calló el grito en la garganta,
se despertaron los mundos
y se durmieron felices,
quienes amaron la Tierra.

No solo el odio quebranta,
no solo el amor consuela,
no quedan restos de nada,
en donde nada se queda.
Amores que se desvelan,
con un nudo en la garganta.
Dolor que pasa o se queda,
se difumina o se agranda.

Errores inconfesables,
que dejan poso en la guerra.
Sin mácula se quedaron,
libres de toda sospecha,
si en su nobleza entregaron,
pedazos de su grandeza.
Nada muere, se transforma,
dejando a su paso huellas.

Viajeros que van de paso,
con la impronta de sus quejas,
de reliquias el morral,
de lo que detrás se queda.
Infatigable y sin rumbo,
cual batel a la deriva,
pisa el andariego el mundo,
sobre sus hombros, la vida.

Verbo que pierde y se arruga,
oxidándose entre tiempos,
tiempos que van retornando,
remendadas vestiduras.
El peso de la locura,
presa en un cerco de arrugas.
Amores que van pasando,
como ciclos de la Luna.

Tornó la mirada en verso
y la palabra en caricia,
caminando en los senderos,
llena y vacía la vida.
Se va achicando el deseo,
según se alarga la vida
y son más tiernos los besos,
si es más cálida la brisa.

Caminante sin camino,
por vericuetos sin nombre,
atajos entre senderos,
sendas perdidas, sin bosque.
Veredas entre los sueños,
que van dejando el recuerdo,
con los ojos entreabiertos,
para ver sin ver lo cierto.

La verdad lloró al nombrarle,
embargada por la pena,
mientras la razón andaba,
por el mundo, a duras penas.
El tiempo borró las huellas
y el amor, selló las grietas.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

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