Sigue el rastro de los años,
halos de viejos recuerdos,
cargadas van las alforjas,
llenos viven los cerebros,
mientras nace la cordura,
un embrión que crece dentro.
Una esperanza que rompe,
las entrañas, como un trueno.
Llegó repleta de esencias,
efluvios de amor y anhelos,
atravesando la bruma,
del vientre vivo y auténtico.
De la carne generosa,
se escapó buscando el cielo
y en un valor infinito,
envuelto en amor su celo,
dio la vida, vio su aliento.
Asoma al aire la vida,
que presa llevaba dentro,
envuelta en amaneceres,
en primaveras de sueños,
de los néctares saciando,
su bello e ínfimo cuerpo,
embadurnado de vida,
de sangre, amor y deseo.
Llegó un soplo de alegría,
un torbellino de ensueños,
de realidades magníficas,
bordadas de bellos flecos
y prendida en los sollozos,
la esperanza va creciendo.
De ida y vuelta va el amor,
entre la carne y los huesos.
Acordes de una canción,
nueva melodía que rompe,
las penas del corazón.
La perfecta sinfonía,
de una vida que renueva,
la vida que la alumbró.
Una luz prístina y nítida,
exenta de odio y rencor.
Inundó de luz la estancia,
fresca ternura que emana,
vidas plenas, asombradas,
de una belleza tamaña,
a una belleza mayor,
que un gran artista plasmara.
Una exquisita fragancia,
perfumando en derredor.
Pletórica de emoción,
derramó su bello llanto,
grita la vida su canto,
canta con su propia voz,
a la vida que reclama.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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