Cual vitral que asoma al puerto,
tras los amanecidos barcos,
al lomo gris de la montaña,
que escruta la gaviota en vuelo,
dorando la quietud del mar,
un haz de luz resbala.
Luz de amenazante día,
crece letal sobre nocturnos cuerpos,
ya sobre fábula desnuda,
pende el telón de los deseos.
Pronto despertarán los grifos,
las tazas de café y las ventanas,
las flores ebrias de rocío,
el hielo mármol de la estatua,
en su constelación de escarcha,
hasta la tumba
ya sin sombras,
bajo la encandilada tarja.
Será la calle manantial trasiego,
tejiendo enjambre de miradas,
será tu piel prohibida,
papel mojado en diurna marejada,
ya con espinas en las sienes,
maldito yo bajo la saña.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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