jueves, 20 de agosto de 2020

AMANECERES DE SUEÑOS.

Sabor a viejos sabores,

olor a olores sinceros,

aroma que se enamora,

del olor que vive dentro.

Sentir que al olerlo siento,

la nostalgia de lo viejo.

Entrando veloz lo nuevo,

lo antiguo viste y remoza.

 

La sencilla y frágil flor,

belleza auténtica y libre,

entrega aroma y color,

sencillez que al ojo viste.

Azotada por los vientos,

ventisca, hielo y estío,

firme su tallo se yergue,

perenne en su desafío.

 

Andares entre las rocas,

de la procelosa vida,

aranas y encrucijadas,

buscando sentido y rima,

bandazos entre las luces

y en las sombras cicatrices,

jalonando los caminos,

la frente perlada viste.

 

De ropajes mil se adorna,

de seda, organdí o pana,

pero se desnuda el alma,

de sus inservibles telas.

Todo muta y se transforma,

como la piedra en arena,

como el recuerdo en nostalgia,

en la aurora que nos vela.

 

Amor de múltiples vértices,

de infinitas sensaciones,

de hilos de seda bordado,

zurcidas sus devociones,

de instinto y pasiones lleno.

Amor que ablanda los bordes,

que lima y desbasta odios,

de sentimientos forjado,

diluye penas y oprobios.

 

Como efluvios los aromas,

de los delicados labios,

sellando firmes promesas,

que entre brumas se condensan,

que borran penas y agravios.

La vida entre rocas nace,

en profundas simas crece

y en las oscuras mazmorras,

hasta la vida florece.

 

Amor que desnudo asoma,

entre luces y penumbras,

salvando trampas y rejas,

creciendo en la misma hambruna.

Madrugadas que subyugan,

como ensoñadoras brumas,

como luciérnagas ciegas,

libres en la luz profunda.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri.

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