En la noche pediré a las estrellas
que me presten un poco de su brillo
y a la luna sus pinceles de plata
para así grabar tu nombre en el cielo.
Por si algún día ya no estás conmigo
te encuentre en la sonrisa casquivana
del ocaso dorado y carmesí
sentado en la simiente de una nube.
Posando tu mirada en mi silueta
con el arrullo grácil del silencio
donde tus ojos serán mi poema
y recobrarán su brillo en mis versos.
Tu boca se sellará con la mía
con el ósculo atrevido del viento
para ser dos almas por siempre unidas …
¡en la melodía inmortal del tiempo!
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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