sábado, 15 de agosto de 2020

AMOR SALVAJE.

Como las uñas del fiero león,

como el bramido del céfiro,

como los dientes del arroyo,

así fue tu amor, que recibió mi corazón.

 

Como las lancetas de la soledad,

como los cortaplumas de la infidelidad,

como el golpe de una descalza cascada,

así fueron tus caricias, mi sensitiva amada.

 

Como los párpados rojizos del cielo,

como la muerte caminante,

como la soledad hiriente,

Así fueron tus sonrisas, y vivía muy contento.

 

¡Tan fuerte fue nuestro amor!

Como las piedras del coliseo romano,

como los feroces gladiadores,

y como los misteriosos túneles.

 

En nuestros ojos, residían fieras salvajes;

en nuestras manos, enigmáticas electricidades;

en nuestros corazones, miles de escorpiones.

¡Nuestro amor era igual al de los caníbales!

 

Nos seducíamos a cada momento.

Tu talle era como un pergamino,

en él escribí mi verso profano

con mi indomable tintero.

 

¡Ay mujer, cuánto te necesito!

Tu amor cruel, añoro.

Pecamos en cada crepúsculo.

¡Extraño tu inhumano ósculo!

 

Ya nada queda sobre la cama,

ni una solitaria almohada.

Tu olor viajó junto al viento,

acariciando mi robusto cuerpo.

 

Todo de nuestro cuarto se ha ido;

el beso piadoso, ya no está conmigo.

Sirena, tornaste a tu perpetua mar.

Oteo nuestro lecho y emprendo a llorar.

 

Tu tulipán preferido se ha secado.

Necesitaba el agua de tus caricias,

murió suplicando escuchar tus sonrisas,

erguido como un asiduo soldado.

 

Nuestro amor fue tan hermoso,

salvaje, pero muy piadoso.

Avisto nuestra adepta cama …

llora como crío la almohada.

 

El colchón es como la capa de ozono

en todas partes hay voluptuosos huecos,

son huellas que un día dejamos,

lidiando desde el alba hasta el ocaso.

 

El sabor salino, trajina por nuestras sábanas,

cual salvaje de las últimas tribus.

Te idolatré, así como a venus

en este lecho pecador donde me amabas.

 

Como el tórrido sol que calcina mis venas,

como el fuego que inflama mi piel,

como el vino que calma las penas,

así nos amamos, mirada de ángel.

 

Como el clavo que hiere a la madera,

como el estío que crucifica a la pradera,

así de cruel fue nuestro amor.

Conoció el júbilo y el dolor.

 

De ese modo nuestros cuerpos

sufrían miles de holocaustos.

Éramos felices como dos salvajes

delineando nuestro amor, sin trajes.

 

Como viento te marchaste,

de mis besos te apartaste.

Por qué, amor, me dejaste

con este sentimiento junto al celaje.

 

No existe vida en este cuarto vacío,

solo acuarelas lujuriosas en el cielorraso.

Una mesa, una silla, un sofá,

trazan las proezas escoltadas por la almohada.

 

En este puntito del universo,

aquí nos amamos tanto.

Nuestro amor fue salvaje.

¡Aún te extraño … necesito un sedante!

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri.

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