Nos volveremos a encontrar,
aunque el mundo se detenga,
que no hay mal que por bien no venga,
para convertirse en libertad.
Nos volveremos a encontrar,
tal vez no seamos los mismos,
porque habremos de tomar otros caminos,
que nos lleven más allá.
Nos liberaremos de esta atadura,
que se nos ha impuesto
de alejarnos de los nuestros
y el amor por dentro se fecunda.
Un bicho ha tocado nuestra tierra,
que de corona se ha vestido,
no hay desastre que se haya vivido
ni vivos o muertos que la posean.
Porque en sus manos está el destino
de todos los que formamos la humanidad,
que de sus alas vuelve el camino
de la piedra que ha de tropezar.
Nos volveremos a encontrar,
no importa cómo ni cuándo,
todo habrá cambiado,
ya nada será igual.
A lo lejos del monte Olimpo
los dioses observan el descontento,
pues los titanes celebran desde adentro
el tormento que como humanos hemos vivido.
Pero en mi fuero interno
grito, la voz ahogada en un lamento
de ver la desidia de tantos muertos,
que se acumulan todo momento.
Y tú, que hablas de pérdidas,
yo te hablo de ganancias
porque del río brota esperanza
cargadas en sus aguas correntas.
Te repito sin cesar,
esto puede que termine,
pero cuando todo esto se deslinde
como las aguas que llegan al mar,
nos volveremos a encontrar.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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