viernes, 14 de agosto de 2020

UNA LUZ ATREVIDA.

Se suceden imágenes,

alocadas o tiernas,

misteriosas viajeras,

de una infancia que evoca,

que difumina el tiempo,

que la memoria borra.

Imágenes maduras,

de jugosos recuerdos,

de sensaciones mágicas,

que añoran, como ecos.

 

Una mirada aguda,

que se quedó grabada,

una tierna sonrisa,

de niñez adornada.

Aquel vivo reflejo,

que iluminó la cara

y de seda unos ojos,

de serena mirada.

Ese vago recuerdo,

de jardines y juegos.

 

Imágenes que acuden,

en tropel o cual gotas,

de nítida pureza,

que empapan, que remojan.

Imágenes que abocan,

a un nostálgico sueño,

que humedece la boca.

Un latido que flota,

en la perdida imagen,

de una triste derrota.

 

Siluetas en la mente,

como fábulas locas,

pinceladas de luces,

en lienzos que se asombran.

Un chispa que brota,

un fugaz fogonazo,

en nebulosas sombras.

Y la imagen se cuela,

como un loco retazo,

en las húmedas sábanas.

 

Intruso que se aloja,

como un okupa mágico,

que quebranta la lógica.

Una voz como un rayo,

un destello fantástico,

un sonoro disparo,

que enloquece y agota.

La imagen de unos labios,

de una jugosa boca.

Una silente mofa.

 

Una esquirla de tiempo,

como un efluvio efímero,

se ha clavado en el alma,

un incorpóreo gesto,

que en materia se torna,

un fugitivo beso,

que la vida transforma.

A borbotones llegan,

como notas en tromba,

cuajadas de nostalgias.

 

Amores que se fueron,

como pasadas horas,

que la vida arrebata,

con sus pérfidas garras.

Cascadas de recuerdos,

como imágenes locas,

irrumpen como extraños,

invadiendo la horas,

donde se duerme el sueño,

donde aflora la aurora.

 

De valores se llena,

la solitaria alcoba,

en la mente acolchada,

que el ruido no se oiga,

que el sueño no amenacen,

locuras fantasiosas.

Que la imagen no aflore,

como espinas de rosas.

Una apacible sombra,

convertida en alfombra,

donde dormir la vida.

 

Una luz atrevida,

se ha asomado curiosa,

lúcida y sonriente,

por la afilada esquina.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri.

No hay comentarios:

Publicar un comentario