viernes, 11 de septiembre de 2020

COSAS DE LA VIDA, NADA MÁS.

Llegaste como propuesta, con una sonrisa prestada de tu pasado y una alegría por alcanzar en cada momento, tu caminar melancólico y nostálgico me dio varios motivos para un poema, pero con este desastre: que te digo.

 

Si las derrotas no supieran tan amargas, te invitaría a pasar, a beber un poema a cantar una canción. Nos sentaríamos al atardecer y contaríamos lo que la vida nos ha regalado en estos últimos 30 años, que sin darnos cuenta pasaron.

 

 A veces la vida se nos va, queriendo arreglar un sueño, escapando de las pesadillas, escribiendo una canción o desbaratando la noche para armar nuestro día y luego a la mañana siguiente, volver a cometer el mismo error de siempre.

 

Tú ya conoces mi vida voy de borrones y tachones, de tarde en vino y de estribillos a mitades de un sueño que no logro terminar, por consejos de mi almohada. Eso sí, volando en busca de nuevos aires y cantos viejos.

 

Muchas de las veces, la tarde me sorprende buscando en el firmamento el aliento que perdí, cuando cruce los desiertos de un desamor y la inclemencia del recuerdo, me llevo al fastidio y termine desmayado con la fiebre de tu pasión.

 

De la vida no me quejo, me ha dado grandes alegrías y a la muerte nunca he esperado, me gusta la paz de un atardecer y el resplandor de un nuevo día; pero no cambio, por nada, la noche oscura recorriendo tu cuerpo que me mata de amor.

 

A veces mi verso se quiere colar por la rendija de tu corazón, como la luz entra en ti, cuando ríes, cuando cantas; cuando dices esas cosas que me hacen ir del cielo al infierno, para después dejarme sentado bajo el árbol prohibido del Edén.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri.

No hay comentarios:

Publicar un comentario