Por qué huyes mujer, y te alejas eludiendo mi presencia
Te volviste indiferente, clavándome el puñal
de tu sentencia
Perdóname mis atrevimientos y la cultura de
mis imprudencias
No volveré a mis andanzas y seré del alcohol,
la abstinencia
No seré capaz de soportar los amores y las
pasiones de tu ausencia
Las paredes se caen solas y el jardín sin
flores se marchitan, eludiendo tus advertencias
Por qué te escabullas mujer, y en silencio te
escondes y me abandonas
Si yo lo que quiero es bajarte la luna y de
sus rayos te ilusionas
Ser tu lucero que siempre te acompañes y el
que tú siempre ambicionas
Quiero que seas mi volcán y en mi boca tu lava
hirviente erupcionas
Quiero que seas mis cartas, mis naipes, mi
ajedrez y mi reina juguetona
Quiero que seas mi temblor, que tu corazón con
pasión aprisionas
Quiero que alejes a todas mis pretendientes,
que por las ventanas se vuelven chismosas y mironas
Por qué me evitas mujer, y en las tinieblas de
la oscuridad tiende a desaparecer
Por qué tus rayos y centellas me fulminan y
calcinan al amanecer
Por qué no te dejas amar y querer y con una
orquídea colombiana, te dejas sorprender
Por qué mujer, dejas que mis lágrimas se
vuelvan ríos sin comprender
Por qué permites que mis ojos se cierren y mi
pabilo se apague al encender
Por qué me castigas con mi sufrimiento,
haciéndome estremecer
Por qué eres así mujer, si yo te amo hasta que
mis fuerzas se apaguen al anochecer
Por qué te marchaste sin avisarme, sin
adioses, ni despedidas
Si tú eras la mujer, la amante, la querida, de
todas mi única preferida
Si tú eras mi jardín florecido, de pétalos de
colores revestida
Si tú eras mi licor, mi aguardiente, mi bebida
predilecta, de atardeceres y amanecidas
Si tú eras mis risas, mis carcajadas, de cuentos
y anécdotas perseguidas
Si tú eras mis amores, de mis experiencias
vividas
Ya no huyas más mujer, te lo pido desde de mi
espíritu y corazón profundo
Mis fuerzas y energías se agotaron, voy por la
vida maltrecho y vagabundo
Te amé, te rogué, te acaricié, te adoré y con
tu ingratitud, me enterraste sin días, sin horas, ni segundos
Se me ha ido la vida persiguiéndote y ya estoy
cansado, ojeroso y moribundo
No valió la pena, si huiste y mi alma voló por
los vericuetos del infinito desconocido.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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