Sobre la arena,
el misterioso aroma,
preludio de pasión,
en la tarde temprana,
que los instintos libra.
Una ráfaga de aire,
se amontona,
una versátil ola,
una gaviota grita,
en la atmósfera cálida.
Navega el pensamiento,
entre emociones vibra,
batel que abraza al mar
y se alimenta,
de la olas que baten,
su incierta travesía.
En un soplo de vida,
la frágil criatura,
emerge del sentir,
como un lamento.
En un fugaz momento,
la larga singladura,
en un instante,
al volver la locura,
se fue muriendo,
como se extingue el viento.
Recóndito misterio,
que padeciendo duda,
en un alarde de cordura,
huye del cementerio.
Tórrida bruma,
que en un rictus escénico,
su faz oculta,
bajo un manto de sombras,
se acurruca,
vital momento.
Una luz vespertina,
como un veloz destello,
a la bondad alumbra,
amor sin freno.
Se ha quedado sin habla,
confinado en su encierro,
nota tras nota grita,
en un mudo silencio,
que el ánimo acoquina.
Vuelto hacia el interior,
como un pellejo vuelto,
buscando el yo,
en su indeciso espejo,
mirando en derredor.
Amor que flota,
cual fugitiva nota,
de un etéreo instrumento.
Nota tras nota,
se derrama sin miedo,
como un espeso viento,
que peina los aromas.
Un atrevido beso,
que el destino te otorga,
como un febril deseo.
Amor de primavera
y de verano envuelto,
de invierno ensimismado,
en el cálido otoño,
de ocres cenicientos.
Una aurora primera,
una segunda ola,
que altera el sentimiento.
Amor primero,
un incipiente tallo.
Se fue corriendo,
de su encierro enrejado,
errante espíritu,
que atraviesa el tiempo,
libre ráfaga de aire,
un suspiro, un aliento,
una nerviosa risa,
de su interior saliendo.
El sabor de una lágrima,
derramada en el verso.
Bebe de la ilusión,
de aquel momento,
sutiles fantasías,
bellos intentos,
de embellecer la vida.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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