Sobre un agua reposada,
tan brillante como llena,
desde el cielo tan serena
fulgura desvergonzada
entre crecida y menguada.
La imagen de una impostora,
oscilante en la laguna
por una ola inoportuna,
que se derrama y que llora
en su afán de aduladora.
Virginal e iluminada,
radiante como patena,
en la noche de verbena
sobre ese mar acostada
donde se ve reflejada.
A veces provocadora,
casi siempre seductora,
rodeada por fortuna
de las canciones de cuna,
de una estrella soñadora.
En la noche plateada,
cepillando su melena
luce una bella sirena,
por esa luz cincelada
que la tamiza cual hada.
Esperando aquella aurora,
a la hora desgarradora,
en que grabada en la runa
se oculte por fin la luna,
se esconda su protectora.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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