Al ocaso de la luna blanda
se vistió de negro la noche;
monté un pegaso azabache
quise ir tras la rosa blanca.
Y vi a la luna que alumbraba
las caras de los hambrientos
aquellos que lloran silencios
del egoísmo que dormitaba.
Y alumbró a la madre angustiada
la del alma mutilada en vela
que gime una ausencia marcada
de aquel que duerme y espera.
Y ya no quería seguir a la luna
montado sobre el caballo alado
¿"Dónde están las rosas blancas
las que crecen con la esperanza"?
Y la luna seguía alumbrando
las trincheras de la guerra
la sangre de los inocentes
atormentó mi alma inquieta.
¡No sofoques tu alma! me dijo
y me llevó a donde nace el alba
"aquí crecen las rosas blancas
lozanas con la esperanza".
Los rayos descubrieron alegres
la inocente tez de los niños
Y una canción alegró los mares
con la voz de los niños cantores.
Quise guardar rosas en mi aljaba
y escuché una voz de arriba:
"sólo germinan en corazones puros
los que buscan la celeste alba".
Medité en lo alegre y lo funesto
y huyó mi caballo alado,
desperté de aquel sueño presto
a regar mi rosa blanca que quizás
había olvidado.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario