viernes, 25 de septiembre de 2020

PARECÍAN UNOS NIÑOS.

Parecían unos niños

con sus carteras llenas de libros

y de lápices de colores,

pero en realidad, dice alguien,

eran unos hombres adultos,

niños viejos que jugaban a profesores

y a alumnos

en el pueblo,

bajo la supervisión

no demasiado concienzuda

de sus madres.

 

Y había también un perro

grande, un perro lobo,

que asustaba a los niños

ladrando con feroz ladrido,

el perro Rocco, un pastor

alemán italiano de origen.

 

Y un descampado enfrente

donde crecían las moreras

altas y verdes, y cargadas de moras,

por su altura intratables,

y los niños apedreaban las ramas

para que cayera

el fruto hasta sus pies rodando.

 

Y estos niños adultos festejaban

en grupo la caída

de la fruta del árbol

con loco alboroto,

“los racimos de moras, en efecto”,

dice alguien con miedo, esperando a ver,

al final, hacia dónde se inclina la balanza.

 

“¿Y qué pasó con los frutos,

tan negros, tan jugosos?”

Lo cierto es que desaparecieron.

Se alejaron un día con pie destemplado,

hasta desparecer por lontananza.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

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