En el centro de la duda,
nace la verdad desnuda,
como fagocita el sueño
y alerta la pesadilla.
Se cubre de nieve el huerto,
como un manto que le cuida
y en el mar de los deseos,
los desamores se agitan.
Se va achicando la luz,
que se pierde en las orillas,
de la inmensidad azul.
El viento torna a ser brisa
y en el borde del talud,
baja la Luna sin prisa.
El silencio cobra vida,
en la sombra y en la luz.
Sangra la tierra desnuda,
ríos y arroyos circundan,
su cuerpo terroso y recio,
venas sinuosas la cruzan,
como extraños vericuetos,
en su núcleo se concitan,
brasas, bramidos y fuego,
hermosa esfera terrícola.
El humo cegó los ojos,
del universo que mira,
nebulosa en sus pupilas,
bruma cegadora y fría.
Mares de sueños circundan,
las encarnecidas vidas
y van dejando regueros,
de tibias gotas de vida.
Las tinieblas se disipan,
cuando el amor ilumina,
la sombra tétrica y fría.
Flotan radiantes las notas,
de sus armoniosas rimas,
dejando nidos ardientes,
en cada cuerpo que anida,
con sus sentidas simientes.
Lame el tiempo la ilusión,
que entre atajos se desliza,
amor que dobla la esquina,
para encontrar otro amor.
Calma chicha en la pasión,
que arde en el corazón,
sabor a fuego y cenizas,
arrebatos en la voz.
Va abriendo camino el Sol,
como se acerca a la vida,
el retoño que nació.
Sollozos en el amor,
cataratas de alegrías,
inusitada ilusión,
sin control y sin medida,
unas lágrimas vertidas.
Entre la noche y el día,
los corazones titilan,
forjando nuevas pasiones,
nuevas y latentes vidas.
Se va la sombra suicida,
renunciando a su color.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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