sábado, 5 de septiembre de 2020

TE HICE MÍO.

Envolví con mis piernas tu cuerpo...

Mi universo ardía de deseos

se desbordaba en llantos

al extrañar tu presencia...

En un arrebato

me abracé a tu cintura,

te besé como loca

mientras me habría campo

buscando  perdida el faro como guía

hacia aquello que tanto

mi cuerpo apetecía...

Te desnudé con palabras

que lentamente susurré...

Te acaricié con letras

que inventaba

al paso de mi boca por  tu piel...

Te hice agua con mi lengua

que se  paseaba sin afán...

Tu cercanía me humedecía

te  hundía en mí,

te escondí en mi calor,

Te envolví sigilosa...

Llevaba minutos esperándolo,

ansiando tu llegada,

dibujando te amos en el aire,

soñándote en mi cama...

Dancé sobre tu humanidad,

te inventé caminos nuevos,

besos distintos 

con sabor a bienvenida,

te escribí versos,

que tatué con saliva

en tu piel erizada...

Me abracé a tus brazos

que me rodearon con dulzura, 

me dediqué a cada poro de tu piel,

a cada parte de tu ser...

Con devoción te recorrí:

¡Te hice mío como por vez primera!

Con tanta delicadeza

que dibujaba a mano alzada líneas

que antes pasé desapercibidas,

Te amé con calma, si lo hice...

Entre tanta prisa que tenía,

entre lo locas de mis ansias,

tomé mi tiempo,

el suficiente para que sintieras...

¡Cuánto lo extrañé!

Me premiaste con tu voz,

pronunciando  mi nombre...

Cuando no pudiste

contener los suspiros,

entonces, solo entonces,

te ofrecí mi pecho

y el arrullo de mi corazón,

te ofrecí la calma,

te ofrecí lo tersa de mi piel,

te ofrecí un grito apagado,

casi extinto

que provino del alma

mientras,

te abrazaba con más fuerzas...

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri.

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