Qué alegría siente mi pecho, cuando mis ojos descubren tus letras,
Mis labios parecen estar saboreando un suave
vino, cuando te leo; suspiro y pienso en todas esas metáforas que usas. Verbos,
sustantivos, pronombres, gerundios y ese caudal de emociones que encierras en
solo dos palabras.
Sé para
quién escribes, también conozco al que espera impaciente en la mesa cuatro, con
un clavel. Él no sabe que las canciones con las que lo enamoraste son de mi
autoría, piensa que eres paloma de muchos vuelos; que tienes la magia de
convertir una noche oscura en un día de carnaval y alumbrar en un eclipse.
¡No! no cometes ningún fraude, plagio o como
tú le quieras llamar. Mis poemas y canciones son, como un niño huérfano,
vagando por las calles buscando cobijo, queriendo que alguien lo aprisione a su
pecho y con ternura, le ponga sonido a la H y quite todas las tristezas que
encierran sus letras, cobijadas con el olvido.
Tú piensas que mis letras, son ruedas que han
andado por muchos caminos y mis alas experimentadas han sorteado ciclones y
nubarrones y sin embargo sigo aquí, al pie del camino y jugando con el aire y
permitiendo al sol que ilumine mis alas y la luna, escondida o traviesa siempre
me regala la letra que falta a mi poema.
Quizá deba decirte que no soy mis poemas y si
es muy cierto que cada uno tiene una parte del desvelo de muchas noches, gotas
de lágrimas que he llorado en vino tinto, también he cantado y bailado para no
escuchar el eco de los pasos que me han abandonado, por eso espero junto a mi
perro, que alguien regrese y se quede.
Qué ironía, Yo gustando de tus letras y
saboreando su fresco sabor y buscando encontrarte en cada metáfora que usas y
tú, haciendo una degustación con mis letras atrayendo a quien tú crees el amor
de tu vida, canciones que reflejan la sombra de quién eres; tratando de robarme
mis lunas y confundiendo al sol.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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