domingo, 18 de octubre de 2020

EN EL MAR DE LOS DESEOS.

Arde la tierra y palpita,

cada terrón de su cuerpo,

temblor de cada partícula,

de su estremecido seno.

Volcán de las agonías,

en sus quebradizos huesos,

como rémora en sus carnes,

de su cuarteado pellejo.

 

El necio vive sin vista,

por su falta de respeto.

Necias andanzas vividas,

caso omiso al intelecto,

negacionísmo caótico,

vertido en sus privilegios,

voz atiplada y cautiva,

desmanes, dolo y desprecio.

 

El caos se asoma a la puerta,

con cara de necio orate,

vidriosos ojos de un rostro,

viejo de tanto pillaje,

enormes manos ajadas,

barnizadas de linaje,

de seda fina sus trajes,

de hojalata su coraje.

 

Llamó a la puerta el valor,

del populacho cobarde,

muda quedó la respuesta,

en el vacío del clamor,

de la ignorante vorágine.

Se calla el predicador,

la voz se pierde en el aire,

arenga vana y volátil.

 

Viento ardiente que reseca,

cada idea, cada palabra,

en su virulento ímpetu,

todo lo que toca abrasa,

no sabe la noche fresca,

de la extensión de su rabia.

Cubiertos son los caminos,

las veredas arrasadas.

 

El Sol juicioso testigo,

de la ignominia implantada,

mira de soslayo al mundo,

sumido en su desbandada.

Huero el sonido se queda,

como el eco se ha perdido,

de aquellas sabias palabras.

El mundo gira latiendo,

el vientre abierto a la nada.

 

Una voz entre los riscos,

en su expresión muy lejana,

habla queda de sus hijos,

de la esperanza esperada.

En el mar de los deseos,

vive esperando el mañana.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

No hay comentarios:

Publicar un comentario