domingo, 18 de octubre de 2020

INMUTABLE ES EL PASADO.

El pasado imperturbable,

hierático o emotivo,

crucial y propositivo,

definitivo o banal,

esclavizante o brutal,

esclarecedor, letal,

a veces, extenuante,

otras, tibio y sensorial.

 

La belleza se afianza,

en su propia mortalidad,

florece y luego marchita,

en ello está su verdad.

Muere, pero no termina,

muda y de nuevo germina,

hueco hacia otra realidad,

no fenece lo que rima.

 

Pasado en una canción,

acordes que se quedaron,

a veces desafinados,

otras rítmica emoción.

Una ráfaga de viento,

cálido a veces o helado,

latidos acompasados,

arrítmica desazón.

 

Verde rama, ocre hoja,

valor del verso que vuela,

una efímera quimera,

que en un desliz se deshoja.

Extraños en el jardín,

donde el pálpito florece,

la planta enferma fenece,

cuando ha llegado su fin.

 

Peregrinos del pasado,

que desandan el camino,

sobre las huelas plasmadas,

de cada errante destino.

Como la arena resbalan,

los años que ya vividos,

sobre la faz agrietada,

bañan los surcos heridos.

 

Belleza que te marchitas

y en tu fenecer floreces,

dando a lo bello su tiempo,

hermosura a lo que nace

y a lo que muere el momento.

Riqueza de lo que yace,

en sí mismo puro y bello.

Melodía entre sus arpegios.

 

 

Inmutable es el pasado,

que aparece sin saberlo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

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