Nace el verso de la lumen,
nace la lumen del verso,
la inspiración va empujando,
por detrás al sentimiento,
y así, los dos de la mano,
doblegan el recio acero,
de la armadura que llevo.
Vida y sueños van unidos,
como fieles compañeros.
La boca se frunce al verlo,
el ojo se contrae incierto,
y la piel se va tensando,
viendo tamaño desprecio,
la injusticia se derrama,
ardiente bola de fuego,
que abrasa mentes y cuerpos.
Mente y cuerpo se disocian,
no va la vida a su encuentro.
Nace el sabio como un ave,
que volará entre los vientos,
sabio y viento vuelan lejos,
donde alcance el pensamiento.
Aletean aves y sabios,
hacia inhóspitos secretos,
buscando travesías nuevas,
Aves, sabios y sus vientos,
unido el saber al tiempo.
De la espada suspendida,
de ladinos argumentos,
no solo sesga la carne,
cercena vida y derechos,
se abate sobre la herrumbre,
donde nace y vive el hambre,
y secciona dignidades,
con mandobles de desprecio,
empuñada por los necios.
Verso y lumen, en concierto,
afinan los instrumentos,
van desgranando las notas,
como pétalos, que el viento,
arrebata de los sueños,
y perfumadas se posan,
sobre pestilentes huertos,
incansables, verso y pétalo,
riman con viento y con tiempo.
Palabras como cuchillos,
como verdugos miradas,
sentimientos como reos,
cadalsos son sus derechos,
ajusticiados de un tajo,
de la maldad prisioneros.
Palabras como huracanes,
que arrasan tierras y sueños,
con la voz de quienes sacian,
con los demás sus estómagos.
Verso y lumen de arando,
ante los jueces del tiempo,
amor entre bambalinas,
esperando su libreto.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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