Voló la canción sin rumbo,
en busca de un libre espíritu,
desgranando notas mágicas,
flotando en el infinito.
De emoción impregnó el mundo,
con la numen de su ritmo,
y su clamoroso ímpetu,
ahuyentó lo más insípido.
Sintió el poeta en su alma,
el dolor que se derrama,
se desborda el corazón,
se rinde el ego al espíritu,
y se deshojan los versos,
como de auroras racimos,
la garganta se reseca,
de la profunda emoción.
Traspasó el umbral el miedo,
preso en un lugar secreto,
y muescas profundas deja,
en la carne y en los huesos,
mientras bebe la armonía,
de las melodías que brotan.
El huracanado amor,
borró el temor sin saberlo.
Poeta que al viento acude,
para libar de su aliento,
su empuje aspirando a ciegas,
para bordar sus secretos,
y el aroma que transporta,
a los sentido seduce.
Poeta que al ritmo vive,
de la verdad y el misterio.
Livianas hojas que bailan,
aterciopeladas brisas,
miradas enamoradas,
de las rosas y las vidas,
tonadas de los jilgueros,
que con la belleza riman,
y majestuosas águilas,
que van retando a los cielos.
Caminos por construir,
magos que plasman bosquejos,
en los desvaídos lienzos,
en las vidas por vivir,
al final de sus comienzos,
amores que precipitan,
de puro prístinos locos,
de puros mágicos versos.
La canción volcó sus notas,
sobre enquistados cerebros,
y alimentó las neuronas,
de bellos y sabios versos,
dio sintonía al corazón,
a la razón y al respeto,
y el amor como argumento.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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