Que no se venda el respeto,
ni se compren las conciencias,
no se vulnere el derecho,
ni se compren las sentencias.
Que no se compre la vida,
no se venda la vergüenza,
que no sea la dignidad,
mera moneda de cambio,
ni se sacrifiquen vidas,
en aras de un bien mayor,
por muy grandioso que sea,
no se venda al por mayor,
ni el valor ni la decencia.
Alto y claro habla el amor,
sin cortapisas ni reglas,
sin razones superpuestas,
sin frenos que le contengan.
Alto y claro habla el dolor,
que de ser cruel no reniega,
y habla sin pausa la voz,
de las mentes verdaderas,
que alto y claro se expresan.
No se venda la salud,
que cuide al pobre y al necio,
sin importar el color,
de la piel de quien se enferma.
Que no se compre la prisa,
ni la ignorancia se venda,
ni se aplaste al inferior,
porque carezca de hacienda,
no se abuse del menor.
La voz cascada se aleja,
de tanto sufrir la afrenta,
piernas y manos atadas,
y amordazada quien piensa.
Que los cuerpos no se vendan,
como valiosas prebendas,
que no se arrebate el Sol,
al inocente que encierran.
Que las carnes no se graben,
con hierros de propiedad.
No se levanten fronteras,
ni se apropie la maldad,
de quienes buscan hogar,
ni reine el odio y la ofensa,
no se ampute la verdad,
ni la libertad sea rea,
de quien el poder ostenta,
ni la dignidad sea presa,
al albur de los demás.
Alto y claro se denuncie,
el abuso y el maltrato,
y sea el amor el retrato,
de cada instante vivido,
que no se venda al amigo,
ni se pisotee al caído,
que no hay un ser inferior,
por su color ni su oficio,
que amar no sea un sacrificio.
Ni se venden ni se compran,
los derechos adquiridos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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