Torrente de sensaciones,
catarata de esperanzas,
que en el vacío precipitan,
cuando falta la templanza.
Eternas voces que llaman,
susurros que las delatan,
e ignorante a las señales,
el humano da la espalda.
No sabe el necio, que es necio,
ni el ignorante su falta,
caminan como sonámbulos,
en su apática ignorancia,
y la evolución socavan,
a lo que acontece ajenos,
no conjuga vida y mente,
si solo lo propio es bueno.
Carnaval de las ideas,
feria de las emociones,
carrusel de sentimientos,
en los sentidos torrentes,
como fieros huracanes,
que arrasan, sanan y hieren.
Torbellinos de añoranzas,
que jalonan los caminos.
Veloz surca el cielo el águila,
majestuosa semblanza,
que desconoce el destino,
pero vigila el camino,
para buscar la pitanza,
su nobleza, es la enseñanza,
es la entrega su valor,
pues, nunca abandona al nido.
Sin pausa, siembra el labriego,
sin temor, crece la flor,
nace en la verdad el embrión,.
Crece el auténtico amor,
y, sin cesar, se recrece,
con otras aguas la mar,
busca el centro el remolino,
en un girar y girar.
Torrente de vanidades,
que visten de seda el odio,
de desprecio las verdades,
y de mentira, a los tercos,
en un carrusel de envidias,
que amamantan a los egos,
aludes de sinrazones,
van negando, sin remedio.
Amor, que asombra y seduce,
amor, que siembra y cosecha,
amor, sin duda y sospecha,
que vive para la entrega.
Amor, que detiene el tiempo,
y que vence al huracán,
amor, que siempre se da,
sin pedir cuentas, ni pan.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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