No escribo para lucir,
el estilo de mi pluma,
ni para pintar la Luna,
del color que se me ocurra,
escribo para sentir,
viviendo lo que se olvida,
desnudar lo que se oculta,
entre la bruma y la luz.
No escribo por presumir,
ni para adornar mi vida,
ni para dar colorido
a la vida en la que habito,
escribo para vivir,
con más calma lo vivido,
y lo que siento ahora mismo,
para ver, y descubrir.
La voz, se queda en el centro,
donde late lo que importa,
donde siente sin desvelos,
mente, cuerpo y sus derrotas,
en el núcleo de la esencia,
de la sustancia valiosa,
que emerge del corazón,
de las luces y las sombras.
No escribo para soñar,
para declarar, escribo,
para plasmar lo que intuyo,
para revelar lo íntimo,
que trasciende del pensar,
de a fondo, reflexionar.
No escribo por alardear,
para lo que vivo, escribo.
La luz se posa en el cenit,
donde otea lo que pasa,
y va alumbrando rincones,
donde lo gris sobrenada,
donde la luz, es escasa,
y la mente se anonada.
En el fondo de los sueños,
solo existe algún desliz.
En el afán de escribir,
olvida la mente el cuerpo,
pues, es más fácil seguir,
el rumbo del pensamiento,
trazos finos, menos gruesos,
con un pincel de matiz,
desde el fondo, emite el verso,
que se deja seducir.
No escribo, por presumir,
si, para seguir viviendo,
en el loco devenir,
de ideas y sentimientos.
No escribo, en un sinvivir,
escribo, porque lo siento,
no presumo al escribir,
porque nace del aliento.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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