lunes, 13 de septiembre de 2021

LA LIBERTAD CLAMA GRITANDO.

Creer que el tiempo no pasa,

creer que el cuerpo es eterno,

creer que el alma no enferma,

y pensar, que el mundo es nuestro.

Así, pensando y creyendo,

la vida parece un cuento.

 

Clamé al cielo y no se oyó,

ni un suspiro ni un eco,

en el éter se perdió,

la voz airada pidiendo,

que frene este desamor,

que la vida está pudriendo.

 

Cree el aprendiz que es maestro,

y el infeliz que es un sabio,

el retoño que es más grande,

que el tamaño de su cuerpo,

quien piensa que no es agravio,

detraer vida y derechos.

 

Saber que el tiempo es finito,

que caduca la materia,

que se queda en el olvido,

muchas veces la miseria,

que no siempre lo que digo,

es coherente o atiende a reglas.

 

Canta el sueño de los tiempos,

bebe el néctar de su esencia,

llena su saber de ciencia,

sin creer que se es el dueño,

de lo que crece y se engendra,

del respeto y la conciencia.

 

Pensar los pasos perdidos,

que no devuelve la tierra,

para aprender del sonido,

de su aventura andariega.

Creer que nada fenece,

que solo muta y transforma.

 

El tiempo sopló cantando,

tenue sonar de bonanza,

que adivina la esperanza,

que en lontananza está presa,

con manos y pies atados.

Libertad clama gritando.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

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