sábado, 4 de diciembre de 2021

A LA LUNA DE SANGRE.

Absorto, sobre la arena,

tumbado, de cara al cielo,

sucumbe la tarde bella

en un ocaso perfecto.

Desaparece el púrpura y,

la noche echa el gran velo,

la oscuridad se hace grande

inmensa como el universo.

Entonces, y de la nada,

envuelta en halo y misterio,

fulgente como la plata

enciende su luz de ensueño

la luna súper gigante,

con gran bondad, en silencio,

¡iluminando la tierra,

qué tanta noche da miedo!,

y la tierra le presenta

con el máximo respeto

su sombra ensangrentada

en un eclipse completo.

¡La luna llena de sangre

envuelta en halo y misterio!.

Apenas unos minutos…

¡qué esplendor de firmamento!

San Juan Bautista yace

decapitado, ya muerto:

cabeza en bandeja de plata

sobre un lecho sangriento.

Vil logro de Salomé al

trueque por danza del velo,

concedido por Herodes,

deslumbrado ante su cuerpo,

en otra luna de sangre

envuelta en halo y misterio.

Y en los montes tenebrosos,

donde encueva el lobo hambriento,

en una metamorfosis

y un perfil de hombre-lobezno,

aúlla entre abruptos riscos

sobre un fondo en sangre y fuego.

¡Licántropo…, grandes fauces,

alimaña del infierno;

traes el frío a las almas,

traes terror a los cuerpos.!

En una luna de sangre,

en una noche de miedo.

Civilizaciones, tribus:

inca, maya, hindú, luiseños,

persa; incluso cristianos,

juglares y cuentacuentos,

cantan agoreros presagios

para esta luna de ensueño:

¡Pródiga en fertilidad

 y en sus niños venideros

con manchas sobre la piel,

creciendo deformes huesos!.

¡Lucha sangrienta de dioses!.

¡El jaguar la está comiendo!.

¡Batalla feroz con el sol!.

¡Enferma se está muriendo!.

Superstición o leyenda,

ancestral mito del pueblo,

para esta luna de sangre

envuelta en halo y misterio,

que nos fascina y enloquece

vestida de rojo velo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

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