Hice callar la pasión para no inquietar las distancias,
pero mi voz interior, en el silencio de la
alcoba,
le busca y la encuentra desnuda de miedos y
dudas.
Me miras con tus ojos de miel, ansiedad y
ternura
y conviertes el silencio en el crepitar de las
llamas,
entre ellas, su piel aterciopelada desnuda me
llama.
Le pusiste sonido a mis deseos y a mis manos
alas,
plumas que surcaron por tu cuerpo de seda y
olas,
como nave por la inmensidad de una mar
ondulada.
Ven a mi puerto, me dijeron sus manos
alargadas
y sus piernas torneadas, y mis deseos fueron
velas
desplegadas con el rugir de mi pasión
contenida.
En ese silencio donde las miradas de pasión
hablan,
entre las cálidas sábanas, dos cuerpos se
solazaban,
se esparcían entre ellos como raíces de la
higuera.
Brotaron las voces de la tierra con besos
abonada,
se desbordaron todos los ríos, la lluvia se
deslizaba
por colinas y ensenadas, fueron testigos las
llamas.
Amor, dame tus labios abiertos, los míos te
llaman,
deja que mis manos acaricien tus pechos de
seda,
hazme sentir el rugir de tu pasión por mis
espaldas.
En la duda, las palabras no callan, se
preguntan:
Amor, cuánto me amas, y sin hablar, te atrapa
la miel de sus ojos y la fresa de sus labios
grana.
La noche llega con deseos del cuerpo, se cierran
mis ojos si duermo y mi pasión crece... y despierta en un sueño:
-Amor, dame tus labios abiertos que quiero
llegar al centro de tu mundo
-Entra, amor ... no te demores un segundo.
Y mi pasión se abre camino entre velos de seda
y el almíbar de su colmena.
-No pares, chiquilla... dedos arañan mis
espaldas y se multiplican mis deseos por ella.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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