En la cama observa el techo,
ya la noche la cubrió,
con sus manos en los pechos
piensa cosas que no vio.
Hay un sueño que la espera
mientras mira incandescente
la profunda y negra esfera
que la lleva hacia su mente.
Con sus manos acaricia
su figura de mujer
y le brota una delicia
sin saberlo y sin querer.
Cuatro duendes del bostezo
le aceleran los latidos
y le van mojando el beso
con un ritmo de gemidos.
Las pupilas no comprenden
dónde están los hechiceros
que la alzan y la encienden
con sonidos de panderos.
Con sus manos va rozando
su entrepierna femenina
y le brota un sueño blando
con sabor a aguamarina.
Dos volcanes y un torrente
la sacuden con violencia,
sueña olas en su vientre,
entre mares de inconsciencia.
De la piel que lleva puesta
salen vientos que la miran
y ella baila un son de fiesta
mientras todo el mundo gira.
En su boca va sintiendo
un perfume inocente
y le surge un movimiento
de panteras y serpientes.
La felicidad la flota
mientras el dios del deseo,
le regala siete notas
que ella usa de trofeo.
Ya su cuerpo le agradece,
ya su mente duerme en paz,
ya la magia que la mece
no le pide nada más.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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