se escuchan los susurros de la tristeza,
cada latido es un eco de fortaleza,
en la oscuridad, el alma se confunde.
Las lágrimas son testigos silenciosos,
del peso inmenso que carga el corazón,
en la soledad, se ahoga la razón,
en el dolor, se sumerge el reposo.
El dolor es un fuego que consume,
cada fibra del ser con su ardor,
en la tormenta del alma, sin resquemor,
se desgarra el velo que alumbre.
Pero en la oscuridad del sufrimiento,
se gesta la semilla de la resiliencia,
en el dolor, se encuentra la esencia,
de un corazón que late en el viento.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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