sábado, 14 de septiembre de 2024

CARICIAS EN LA CUEVA DEL OLVIDO.

Aun sin brisa ni viento, no se detienen las olas
las orillas, que siempre las esperan, saben bien 
de caricias y de besos, de rumores que cantan:

Tú, las olas…, yo, las orillas y los dos…
Amor total, amor que se mece en libertad.

En el amor,
que es el agua del manantial de tus ojos, soy todas orillas:
Tú, las olas que brillan y me besan con tu dorada sonrisa.

En el rumor,
cadencioso, cuando acarician mis arenas y me despiertas:
Tú, las olas y la brisa, que me cantan cantos de caracolas.

En el arrullo,
cuál palomo cortejando a su hermosa y delicada paloma:
Tú, las olas, la brisa, la voz, todo me hace desear y soñar.

En el deseo,
sentimiento pleno de amor y ternura: besar tu alma pura:
Tú, las olas, la brisa, la voz, la hermosa y delicada paloma.
Que, con sus alas, me envuelve, me hace soñar y volar, y en su vuelo, soy melodía que hace suya la suave brisa. La que vamos dejando atrás con el batir de sus alas y que son notas doradas en el pentagrama de nuestras vidas. 

Pero todo se había detenido, nada entraba ni salía. La brisa no movía las hojas, el mar se quedó sin hola. Y la tierra, poco a poco, se iba quedando desierta. Solo un eco lejano, que se abría paso con sus sollozos entre tantas ausencias y soledades, era el único signo de vida. Vida que claudicó ante la destrucción del desamparo, el abismo de la orfandad y la sepulcral soledad. 

Tales eran los sentimientos que oprimían el pecho de quien se despertó del sueño y en vez de caricias y besos, se encontró con las manos vacías y los labios ateridos de frío. Hoy llora, sin lágrimas, como alma que vaga sin consuelo y se lamenta por lo que pudo haber sido y que ya no será. 

El amor se había retirado a las cuevas donde habitan los olvidos. Un amor que lo intentó y en el intento se quedó. Un sentimiento que, poco a poco, en la oscuridad y el silencio de aquella cueva, se murió. Lejanos quedaron, brisa, besos, rumores, olas, libertades y caricias. 


En sus cavilaciones, el soñador se decía: 

No trato de contar poesía, se me atragantan las reglas y mi osadía no llega a tanto. Pero, si a ciegas navegan mis ocurrencias por la prosa, me pregunto dónde estará la frontera entre ambas. A pesar de todos los pesares, la curiosidad me llama y sin dudar acudo. Me pregunto qué serían de mis letras sin ella. 

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