jueves, 26 de septiembre de 2024

LA ETERNIDAD

Llegará el día de decir adiós a esta tierra bendita, me ha atado a su cintura como si fuera de ella; en unos años, estás manos que se deslizan por el papel para escribir versos, dejarán de hacerlo cuando la eternidad toque a la puerta. 

Mientras, gozaré de placer frente a la vida, reiré en cada segundo, no es de valientes sacar banderas blancas ante las adversidades. La vida es más difícil que la muerte, lo sé, vencer ante los golpes que ella da, es algo natural que nos toca a todos.

No dejes correr la vida pensando en un futuro, ella se va como agua entre las manos, entre los labios, el amanecer tiene en sus puertas al atardecer que lo espera, lentamente, la vida llega a su final, nada es nuestro, aun nosotros no nos pertenecemos, llega la noche y muero por horas.

Ya llegará el día, de decir adiós a los amigos de la Infancia, muchos, tal vez se fueron antes que yo, se les olvidó el abrazo y recordar las travesuras que tanto disfrutamos. Los amigos también te esperan en la eternidad, allí bajo la sombra de paz, recordaremos la vida.

Ellos se fueron, yo, aún esperando el boleto, mientras, cuidaré de este cuerpo, no quiero que nada me sorprenda débil, el viaje hacia el universo o hacia donde me toque, necesita el alma pura, sin rencores, libre de todo pecado, listo para perdonar y ser perdonado de aquellos que se fueron con lágrimas guardadas en sus bolsillos.

Llegará el día de salir de casa, sin nada en las manos, frío es lo que sentirá el cuerpo, no me abriguen, no es necesario, en la eternidad, tengo guardada mi solapa blanca. Caminaré sin cansancio en busca de los seres queridos; el beso y el abrazo que no nos dimos, allí será eterno.

En la vida, besemos y abracemos sin medidas, expresemos a cada uno los sentimientos de amor; no es de locos regalar flores, ni poemas. La vida, amigos míos, es una sola, un viaje corto, sin regreso; eduquemos a los hijos, no le exijamos nada, ellos como nosotros, también tienen alas.

Llegará el día, que la eternidad toque a la puerta, tal vez en nuestras casas, en un hospital o sentado en el parque disfrutando del arrullo de las palomas, recordando la niñez cuando contemplemos a los nietos correr. No nos apresuremos, invitemos a la vida, a viajar hacia la eternidad con felicidad. 



Autor 
Antonio Carlos Izaguerri 

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