Ella es como una tarde de verano, cuando el sol va cayendo y un viento suave sale de alguna parte del corazón de la tierra y mueve las letras hacia la parte izquierda del corazón y activa la imaginación, para que describa un sentimiento que hace meses viene moviendo mi pluma hacia una ilusión que cobra vida, cuando mi cabeza se acomoda en la tranquilidad de un sueño.
Ella sabe ser muchas cosas. Las más bellas estaciones del año Los mejores tonos de una canción los olores frescos de la primavera y las nostalgias de un otoño. Sabe apacentar mis letras en noviembre y en el año viejo, sabe deshacerse de todos los recuerdos y sueños que, durante la travesía de todos los naufragios, interrumpen la canción, para el disfrute de tus labios.
Muchas de las veces que la noche está clara, la luna siente envidia: ya que sus ojos tienen el mismo brillo de las estrellas. La ternura de su voz semeja el canto de las aves antes de aparearse en primavera y sabe Silbar, emulando el viento del otoño y su cuerpo tiene la ternura exacta que el invierno requiere, en esas noches que me cobija en sus brazos y trasmite su calor de amante.
En muchas de mis canciones, anda siempre resonando en mis mejores notas, brincando de una trova a un bolero, También visita los tangos y pasea por las tragedias de Gardel. Gusta sentarse en medio de las trovas y alizar su cabello largo y mirar la tarde, mientras se oculta en el horizonte, pero me gusta más cuando me sorprende con esas notas de amor en italiano o portugués.
Su presencia en mis letras es constante y permanente. Me pide discreción cada vez que asoma, a veces se enoja por mis impertinencias y se ausenta de mis letras y yo voy y la busco en algunos poemas de Cesar Vallejo o Benedetti. Solamente cuando la tarde se invade de melancolía voy por ella a algún poema de Neruda y me espera cada jueves, al salir de un sueño , para leernos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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