domingo, 5 de enero de 2025

EL TREN DIARIO.

Suben al tren personas y sombras,

con el paso resignado de la rutina,

las caras aún veladas por el sueño

y en los ojos, un destello apagado

de cielos que no miran.

 

Viaja el tren por las hondas entrañas

de campos que se desperezan en el amanecer:

una fábrica se perfila en la bruma,

los árboles, temblando, murmuran secretos,

y el río, siempre el río,

como un verso de agua que nadie escucha.

 

En su interior, el vagón alberga su propio frío.

La jornada se estira como un día sin fin,

las palabras caen al abismo del olvido,

y los sueños, deshechos de tanto esperar,

vuelven a ser pospuestos.

 

Pero entre la penumbra surge una grieta:

una muchacha dibuja en su libreta,

no paisajes, sino futuros posibles.

Un joven de mirada serena

piensa en la risa tibia de su hijo,

en las caras de quienes le esperan.

Y en un rincón, dos voces pausadas

se entretejen en busca de una estación distinta.

 

Y el tren, sin prisa, sigue su paso:

lento y eterno, como el tiempo que se arrastra.

En el andén, las siluetas se apagan,

nombres perdidos entre la multitud en las calles.

El tren sigue su marcha, tristemente fiel,

y en el eco de sus ruedas se graba el aire:

el rumor eterno de un nuevo destino. 






Autor 

Antonio Carlos Izaguerri. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario