No se cansa el poeta,
pues no hay descanso,
en buscar en la nada,
para encontrarlo,
para encontrar la esencia,
perdida entre los barros,
entre los barrizales,
donde se pudre el aire,
donde la vida hiede,
donde entre la maleza,
se esconde lo importante.
Hay profetas de arena,
con palabras de sombra,
sin luz entre las sílabas,
y sin letras que asombren,
como pianos huecos,
sin armonías ni notas,
sin sonidos armónicos,
sin alegría ni penas.
De cartón sus estrofas,
que arden como rastrojos.
Verdad en cada línea,
real su ardiente prosa,
donde ensalza al caído,
y al soberbio derrota,
y en cada amanecida,
cuando la luz se asoma,
se amontonan las páginas,
ahítas de palabras.
¿Dónde quedan las níveas
estrofas en los ojos?
La verdad ya deambula,
la razón a su antojo,
va tejiendo madejas,
para llenar las grietas,
que la mentira teje,
y en la noche estrellada,
cuando el amor se ejerce,
razones y verdades,
por doquier ya se esparcen,
sobre la extensa vida.
Hay poetas que nacen,
y profetas que crecen,
entre las malas hierbas,
en los huecos que deja,
la verdad que envejece.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri