Llega la libertad,
en las alas del tiempo,
mensajera de sueños,
de emociones sedientas,
que anhela tener dueño.
Llega envuelta en deseos,
el rostro ennegrecido,
de avatares y miedos.
La noche se ha cernido,
sobre la espuma blanca,
de la marea imparable,
que sobrevive al tiempo,
ocultando los rasgos,
que traicionan los hechos,
inhóspitos secretos,
que reinan en silencio.
Llega recién nacido,
como un nacido aliento,
en vida y carne envuelto,
gestado en las caricias,
en el amor sincero,
viene ausente de miedos,
viene de nervios lleno,
con la alforja vacía.
Llega la libertad,
con ropas de nostalgia,
asomando las lágrimas,
a sus tiernas pupilas,
y en su faz de nostalgia,
un rictus de ansiedad,
una mueca de alarma,
en la intensa mirada.
Alegres son las risas,
si cunde la belleza,
que enquista la tristeza.
Si invade la nostalgia,
en las silentes vidas,
la libertad se oculta,
esperando la risa,
para salir sin pena.
Llega el verbo a la vida,
como un vital torrente,
que sus ganas derrama,
con su canto estridente,
voz que sendas anuncia,
voz que caminos grita,
sin saber lo que pasa,
sin palabras ni vista.
Ya libres se levantan,
de su profunda siesta,
el amor en los ojos,
fulgurantes miradas,
que el universo abarcan,
y en la noche estrellada,
despierta la esperanza,
eclipsando a la pena.
La libertad se acerca,
cautelosa e inquieta.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri