lunes, 14 de diciembre de 2020

CORAZONES EN VILO.

Si la mente supiera,

lo que el corazón siente,

corazón y cerebros,

amantes para siempre,

caminarían atados,

con un lazo tan fuerte,

que ni la misma vida,

lograría deshacerle.

 

Corazones de piedra,

de siniestra textura,

mente que no madura,

corazones que medran,

pisando la hermosura.

Poderosos que ahogan,

con su poder la vida,

necios grandilocuentes.

                            

Como cambia la idea,

cuando la herida es propia,

cuando el dolor no es suyo,

que a todos nos afecta.

Como cambia el sentir,

si es nuestro el sentimiento,

y no cabe la duda,

que es de todos la vida.

 

Marionetas de alambre,

que vibran al socaire,

del poder que las guía.

Lacayos de fortuna,

que como avaros priman,

más la existencia envuelta,

que la belleza misma,

esclavos son sin duda.

 

El placer es legado,

de la vida sencilla,

y lo bello está dentro,

erguido entre las tripas.

El amor es el néctar,

de la flor que titila,

y es más dulce la esencia,

cuando el poder se humilla.

 

Corazones de mármol,

en cuerpos con espinas,

esqueletos sin alma,

que transitan sin vida.

Marmóreos son los gestos,

de roca las sonrisas,

y los ojos dos piedras,

talladas con aristas.

 

Amor de los encuentros,

de pura carne viva,

de auténtica materia,

de goces que palpitan.

Corazones de seda,

de textura que brilla,

de latidos que miman,

de pasiones que gritan.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

CONSTANTEMENTE INCONSCIENTE.

Se fue quedando sin agua,

se fue quedando sin tierra,

como se queda sin aire,

el pecho que no respira.

Las sabias palabras vuelven,

como retorna la lluvia,

al vientre de donde era,

y va llenándose el fondo,

vacío de duermevelas.

 

El viejo miró de frente,

nebulosas las pupilas,

en la mirada, presente,

está el joven de aquel día.

Se fue quedando sin tiempo,

se fue quedando sin ira,

y en su pasos se adivina,

el presente que transita.

 

Borrones entre las hojas,

como sombras entre líneas,

en las páginas en blanco,

del libro que el tiempo pisa,

caminos intransitables,

donde la trampa camina,

y miradas que se pierden,

entre las letras que giran.

 

En silencio quedo el viento,

sin voz quedo el instrumento,

y los torrentes callaron,

al contemplar su belleza.

Ribeteada la silueta,

de resplandores de sueños,

y hasta el aire se arrodilla,

ante el brillo de su pelo.

 

Soñar, que el verso es la sangre,

que da a los cerebros vida,

que es latido y es pulsión,

que restaña las heridas,

soñar, que la vida es rima,

plasmada en una canción.

Soñar, que el verso camina,

por donde pisa el amor.

 

Se fue quedando sin pena,

sin amargura y sin ira,

se hizo leve la condena,

por las penas infringidas,

se hizo un hueco en el espacio,

para albergar sus desdichas,

y se fue pasando el tiempo,

sintiendo día tras día.

 

Amor que vive y respira,

eternamente inconsciente,

constantemente suicida.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

PARA DAR SENTIDO AL MUNDO.

Pensar que el mundo es pequeño,

que son más cortas las horas,

que se han quedado sin dueño,

las luces de la mañana.

Pensar que no existe el tiempo,

que es quimera lo que aguarda,

y pensar que el pensamiento,

nace y vive en las entrañas.

 

Volver a pensar despacio,

en una plácida calma,

y pensar que la templanza,

se escribe con la esperanza.

Pensar que el amor es aire,

que el viento es solo amenaza,

y creer que los derechos,

solo son palabras vanas.

 

Pensar que ama el poderoso,

que no sean solo finanzas,

y ver tan solo la cruz,

de la madera tallada.

Mirar de frente sin miedo,

como se observa la nada,

y sentir que son los ojos,

los que miran en el alma.

                                       

Volver a la misma senda,

donde los pasos quedaron,

plasmados en la leyenda,

que va dejando el pasado.

Vivir sin mirar al lado,

donde la taimada ofensa,

extiende su largos brazos,

sentir que el mundo es inmenso,

y que son pocos los pasos.

 

Pensar que el beso es la mano,

que se extiende como un lienzo,

donde se pintan las ganas,

de poseer el respeto.

Pensar que es más noble el necio,

que el sabio que ama la vida.

Envolverse en las ideas,

con ropajes de otros tiempos.

 

Cocinar nuevas ideas,

aderezando el talento,

con el sabor de lo bello.

Pensar que todo es efímero,

excepto el amor eterno.

Saber que lo hermoso anida,

en los más oscuros huecos,

en las más profundas simas.

 

Volver pensando en la vida,

de los más pobres y hambrientos,

para dar sentido al mundo,

que todos llevamos dentro.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

MIENTRAS LATE EL CORAZÓN.

En los ojos vive el eco,

en los labios la palabra,

en la mente se recrean,

las ideas que se labran.

En las riveras se hacinan,

restos, lastres y despojos,

y la corriente se lleva,

la vida con sus tesoros.

 

El mundo se dio la vuelta,

para ocultar la mirada,

sangre que caliente espesa,

en la carne de las ganas.

El roble extendió las ramas,

dando cobijo a la savia,

y la verdad se hizo daño,

al despertar la mañana.

 

En el borde de la sombra,

plasma la luna su luz,

deshojando las penumbras,

buscando el brillo que asombra,

la vida en su plenitud.

En las orillas del tiempo,

vive el amor entre brumas,

buscando un rayo de luz.

 

Envuelta en amor la cuna,

ribeteada de ternura,

pace plateada la luna,

en apacible quietud,

asombra la criatura,

inquieta en su desnudez,

y se despejan las dudas,

viendo su cálida tez.

 

El amor vive en la luz,

pero transita entre sombras,

dolor y pena le cercan,

intensas voces le nombran,

y sentimientos le miman,

aunque en los ojos se esconda,

tiembla el verbo cuando asoma,

y en su desnudez se asombra.

 

Envuelta en carne la vida,

en la luz se viste el día,

mientras los sueños se mudan,

despertando a contraluz.

Perlada la hoja reaviva,

y el amor de gala viste,

para recibir al sol,

en su guarida infinita.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

AMOR QUE VIVE Y OCUPA.

Cantinela que se extiende,

como el mar muerde la arena,

sintonía que se expande,

como un torrente que anega,

tenaz sonido en el aire,

que a todos los oídos llega,

letanías que se iteran,

insistentemente eternas.

 

Canción de cuna que envuelve,

en la niñez pasajera,

y va modulando el ritmo,

acoplándose a la senda.

Voces que roncas se tornan,

cuando crece la marea,

y el rugir de las gargantas,

presagian canciones nuevas.

 

Historias que se perdieron,

en el mar de las ideas,

cementerio de añoranzas,

que quedaron tras las puertas.

Las notas atrás quedaron,

salidas de viejas cuerdas,

y voces que se enquistaron,

como el polvo en la trastienda,

 

Amor que vive y ocupa,

que se dilata y que medra,

eclipsando las nostalgias,

con su pertinaz presencia,

amor de múltiples notas,

desgranando sus quimeras,

con las voces de mil bocas,

que sin fin se manifiestan.

 

Volver al origen mismo,

donde la verdad se gesta,

preñado de sensaciones,

sentidas en el abismo,

donde viven las leyendas,

volver al centro del tiempo,

donde el vacío es materia,

y ver la auténtica esencia.

 

La vida cambió su rumbo,

para moldear su existencia,

henchidas de aire las velas,

fuerza el timón sus maneras,

y el viento gira y se estira,

para abrazar lo que encuentra,

agua de infinitas formas,

de las orillas que besas.

 

El tiempo cruzó la puerta,

para buscar su quimera,

y el amor abrió los brazos,

como el mar ama la tierra.

Se extiende el verso sin voz,

para que cante cualquiera.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

PARA SER AMANTE Y CÓMPLICE.

Señala el tiempo al traidor,

fija el final la partida,

y se hace un hueco la vida,

para alcanzar el valor.

Se duermen las pesadillas,

despierta al tiempo el suicida,

y se abre camino el sol,

brasas entre las cenizas.

 

La aurora llamaba al sol,

para alumbrar lo que brilla,

y la luna se ocultó,

reculando de puntillas.

La voz ronca se afinó,

y se afinaron las vidas,

para despertar mejor,

y ver renacer el día.

 

Caprichos del corazón,

verdades que se maquillan,

mentiras que se acuclillan,

para engañar al amor,

el nervio canta a la vida,

vibrando cual diapasón,

y crece al fin la semilla,

que la lágrima bañó.

 

Amor que cruza la línea,

que traza el miedo sin prisa,

que va cercando la envidia,

fronteras de odio y rencor.

Torna a vendaval la brisa,

y una minúscula esquirla,

corta de cuajo la flor.

 

Volar sin miedo el gorrión,

inmerso en su canto prístino,

cantar sin miedo el cantor,

contra quien saquea y exprime.

Soñar libre y sin temor,

vivir sin trabas inútiles.

El mar brama su canción,

para que el respeto prime.

 

Señala el tiempo al ladrón,

que entre bambalinas ríe,

y se destapan las fosas,

de podredumbre que existen,

despierta el verso, que exánime,

vuelca su voz mientras vive.

Amores sin condición,

para ser amante y cómplice.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

NAVIDAD PARA TODOS.

Si sabe la Navidad,

del hambre y de la tristeza,

y de la necesidad,

que no es todo pandereta.

Llenar la panza sin reglas,

mientras la hambruna se ceba,

con la olvidada miseria.

 

No sabe la Navidad,

de envidias y de diatribas,

si sabe de la verdad,

que azota a la misma vida.

No sabe el viento que es viento,

pero su fuerza derriba.

No sabe la Navidad,

si es amor o solo envidia.

 

Las penas son de nosotros,

la Navidad es ajena,

una suculenta cena,

para ahuyentar al demonio.

El hambre llama a la puerta,

pero a vacío resuena.

Si sabe la Navidad,

de presos y de condenas.

 

Bellas cadenas doradas,

que engrilletan y que apresan,

con el sabor de sus viandas,

de sus sabrosas pitanzas,

de sus cánticos y danzas,

de cariños que se expresan.

Volver sobre pasos viejos,

con los pies nuevos que hablan.

 

Navidad que te reflejas,

sobre el espejo del alma,

tienes los brazos cansados,

de sostener la añoranza.

Perlada la frente brilla,

en la luz anacarada,

de las brillantes pupilas,

de las bocas aniñadas.

 

Cantar sin voz, porque falta,

la verdad que la acompaña,

y los adornos se ciernen,

sobre los cuerpos que faltan,

amar sin luz, no hace falta,

si es auténtica la llama.

Navidad que te recreas,

en cada herida que sangra.

 

Si sabe la Navidad,

de la nobleza que es sabia,

y sobre la Tierra extiende,

su manto de oro y de plata,

la Navidad es de todos,

no solo de egregias panzas.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

VERDAD QUE EL AMOR ALCANZA.

Queda ausente la justicia,

la verdad huérfana queda,

y la dignidad se ausenta,

cuando el odio se recrea,

la razón se hace pequeña,

y se enquista el corazón,

despreciando la nobleza,

la mezquindad por bandera.

 

Matices quiere la voz,

y saber lo que se piensa,

en un rictus y una mueca,

se concreta la emoción.

Amor que tan solo medra,

a costa del corazón,

una nefasta ilusión,

que en realidad está hueca.

 

Tierra que al humano acoges,

en tu vientre y en tus venas,

en tus terrícolas brazos,

generosamente bella.

Tierra que a la vida entregas,

los frutos de tu cosecha,

y amamantas con tus ubres,

a las especies que creas,

amor que entregas sin tregua.

 

Racimos de sensaciones,

que como cascadas tiemblan,

reas son de las conciencias,

en volubles corazones.

No se compran los amores,

ni se vende el corazón,

no es la vida de latón,

ni son de humo los rencores.

 

De carne los sueños son,

de puro auténticos viven,

como erráticos latidos,

razones de lo vivido,

o lo que se ha de vivir.

La vida es un devenir,

entre realidad y sueños,

de viento, de carne y huesos.

 

Pasión que al verbo arrebata,

con la fuerza de sus garras,

garras de valor de vida,

que a las verdades libera.

Amor que al ser embellece,

que ennoblece y esperanza,

verdad que al amor alcanza.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

SOBRE EL AMOR QUE PALPITA.

La luz cenital se cierne,

sobre la pesada sombra,

Ilusión que se desborda,

en el río que se pierde.

Carne y sangre, voz y aire,

verso y rima, que se nombran.

La tierna palabra asoma,

del cuerpo que vive y crece.

 

Vio el poeta el infinito,

en su infinito vacío,

y sintió el latir sin ritmo,

preso en el insondable frío.

Buscó la luz en el fondo,

del inmenso desafío,

y amó el misterio profundo,

la verdad de su castigo.

 

Hojas secas que en el viento,

dibujan siluetas libres,

en el aire van sin rumbo,

al socaire de los tiempos,

como una brizna de aliento.

Bailando incesante el verso,

busca el verbo, y en el aire,

va gestando sortilegios.

 

Luz cenital que se cierne,

sobre el aterido cuerpo,

su cálida claridad,

rompe en pedazos el hielo,

que habita en la soledad.

Claridad que mora y vive,

en el amor y en el tiempo,

en el corazón más tierno.

 

Pasión que desborda el verso,

si emerge del corazón,

un torrente de emoción,

que sacude carne y sueños,

como un elegante halcón,

que otea en el firmamento,

preso en su muda tensión.

 

Vio el poeta el infinito,

y en un ínfimo resquicio,

sembró una pizca de brillo,

en el profundo vacío.

Pintó de luz y de ritmo,

sembró de esencia el camino,

y decoró la tristeza,

con la sonrisa de un niño.

 

La luz cenital se cierne,

como una mágica lluvia,

que humedece los sentidos,

en los famélicos gritos,

como truenos doloridos,

de la tormenta que asola,

los derechos adquiridos,

lluvia intransigente y ácida.

 

Mágica fuerza que impele,

caricia que la piel huele,

una brillante sonrisa,

en un corazón que hierve,

la nobleza que transita,

en la tierra y en el vientre,

y un poeta que se yergue,

sobre el ser que se arrodilla.

 

Luz cenital que se cierne,

sobre el alma que transciende,

sobre el amor que palpita,

sobre el verso que ama y siente.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

SI ES AUTÉNTICA SU LUZ.

Miró el viejo al horizonte,

con los ojos del saber,

sabia y cristalina luz,

que a las sombras ilumina,

sabe en su lucha constante,

que bebe del contraluz,

que entre grises se adivina,

de la intensa negritud.

 

Salvó la trampa el prudente,

saltó el muro el atrevido,

y el loco perdió el sentido,

en su inestable inconsciente.

Venció el pequeño al gigante,

el rico arrebató al pobre,

y el malhechor se burló,

en la penumbra escondido.

 

Sollozos entre las risas,

agrietadas sensaciones,

como esquirlas de emociones,

que giran como molinos.

Yerra el sabio entre las prisas,

y el inocente se pierde,

sendas de pasos perdidos,

disolutos en el aire,

como profetas que mienten.

 

La voz profunda se pierde,

y el viejo al camino vuelve,

para sembrar lo vivido.

La vida en la flor se embebe,

dando belleza al olvido,

lo bello del amor bebe,

dando a la vida sentido,

como a cada cual su sitio.

 

Miró el viejo al horizonte,

con la mirada de un niño,

bordó las sombras de luz,

de saber tejió el destino,

y saboreó el camino,

pendiente de recorrer.

Volvió hacia atrás la mirada,

un intenso tragaluz,

de experiencias consumadas.

 

Forjó el amor su andadura,

preso o libre entre las brumas,

del verbo en su devenir,

y es su voz prístina y pura,

si es nítida su locura,

si es auténtica su luz.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri