¡Es grandioso el esplendor del día! Radiante y
contemplativo
Me deslizo a través de su luz momentánea;
Entretanto el despertar deshace la somnolencia de los
vivos;
Engrandeciendo la oportunidad de un nuevo tiempo,
¡Es exuberante el toldo que se extiende sobre todos!
Enérgico, maravilloso, con firmes puntadas de colores,
Entretejidos en las infinitas costuras de un universo
constante,
Absoluto, mimético y pragmático, adosado al mármol de la
vida.
Lejanas las tinieblas, persistentes, oscuras: ¡silencian
sus murmullos!
Frenético el júbilo del presente, se alza anunciando con
fuerzas,
¡Hoy, es el día! Se desbordan las expectativas, corren los
relojes,
El corazón se agita, el ramo de flores es enviado, ¿quién
será la afortunada?
O, el niño a punto de nacer, la cuna esperando, los padres
nerviosos,
Llora también, la madre que ve partir a su hijo,
En la aventura de un futuro, donde su nombre tenga luz propia.
Yo, espero al ruiseñor que cante, sus esbozos de gratitud,
aquellos sentimientos embebidos en óleo y miel, ¡fino
placer!
Sin el pesar que corroe la vieja moraleja de la esperanza,
Esos tibios momentos, suaves, fortalecidos en el amor;
¡Y, sé que tú también lo esperas, con los ojos abiertos!
Porque no lo dejarás escapar, son parte de ti, al igual que
el polen,
la esencia con la cual se nutre el colibrí, al mojar su
pico,
en el sensible tacto de un beso, una caricia, frágil y
fragante.
Es lo que hallaremos al salir, cuando el viento roce tus
mejillas.
Así, en este modelo a escala de palabras y emociones,
te despierto, te llamo, hablando al oído,
recordando esas líneas que seducen, embelesan, ¡crepitante!
Eterna imagen que adorna mi mente, endulza el carácter,
el fuego que nos une, alimenta, interminable,
Dibujando secretos en los aires, misterios irrompibles,
Cercanos, cautivos, pero libres, sin grilletes,
Enamorados, sometidos a no ceder, a cubrir distancias,
¡Vivir, en la gloriosa estela de un maravilloso día.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri