La noche que te di un beso
en aquella boca de rosa,
yo supe de tu regreso
de flor y la mariposa.
Tu beso llenó de estrellas 
la paz de la eterna luna
y yo te miré, entre bellas, 
tan bella como ninguna.
La vez que tomé tu mano 
y supe de tus caricias,
salí del silencio llano 
al beso de tus delicias.
Te dije que te quería, 
lo supo la noche entera:
no fue sólo fantasía 
del vago que amor espera.
Me acuerdo de tu mirada, 
del aire que te envolvía
y de esa mano rosada 
que estaba sobre la mía.
Bebí de tu fino cuello 
el néctar de los vampiros
y luego cayó un destello 
que pronto dejó suspiros.
Tu beso llegó a mi alma, 
tu alma llegó a mi beso,
y yo no encontraba calma 
deseando algo más que eso.
¡Qué bello sentí al destino!, 
¡qué cerca sentí al futuro!
A veces se ve un camino 
que lleva al amor más puro. 
Te fui a dejar a tu casa 
-al huerto de tus lociones- 
pero una silente brasa 
fundió nuestros corazones.
La noche que te di un beso
en aquella boca de rosa,
yo supe sentirme preso
de aquella boca preciosa.
Tu beso llenó de estrellas 
la paz de la eterna luna
y yo te sentí, entre bellas, 
la bella de mi fortuna.
La vez que tomé tu mano 
y vi que en tu alma ardía,
salí del silencio llano 
cual verso a la poesía.
Te hablé del significado 
de aquellos ojos profundos
y aquello que está grabado 
jamás lo sabrán los mundos.
Me acuerdo de tu mirada, 
del aire que te envolvía
y de esa boca aromada
que aun mantengo en la mía.
Autor 
Antonio Carlos Izaguerri 
 
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