jueves, 16 de abril de 2020

PIEL SEDIMENTADA.

Erosiones y sedimentos
ocuparon repentinamente mis manos.
En trazos sostenidos,
invasores de pleamares y barros.
Vi habitaciones soleadas,
cortinas en bajas ciudades sin sótanos,
vinos etéreos circular de brazo en brazo.
Tuve la oportunidad de controlar
el limo de los acantilados,
sueños nefastos que gestaron los años y los recuerdos.
Mi mano negra voló en pedazos,
hindúes de rabiosa cola larga,
formularon mis propósitos
y dieron radiaciones a mis músculos ateridos.
La catapulta con que me hirieron
yace ahora sobre el suelo, digna, dignísima,
tan elegante como un camello en un desierto de agua.
Multipliqué los panes, concreté el cabello
color aceituna de los enseres y los lugares,
derribé los mitos y estiré mis labios con un circular beso.
Trabajé sólo por eso, beso sobre beso,
contubernio de adolescentes que, frenéticos,
desmienten a las autoridades
y siguen su sexo- ensueño.
Cúpulas de barro; fondos artesonados
como ladrillos de cimientos,
cumplí mis viejos años, lagarto de piel rígida,
en el submarino vaso de los infieles.
Y mentí, desmentí tenazmente
Los cuerpos que me persiguieron como fantasmas:
yo iba delante de ellos, en casi todas
mis carreras espectrales.
Trabajé sólo por ello-.







Autor
Antonio Carlos Izaguerri. 

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