Lento caminar constante,
de la mente que en la duda,
busca la cruda verdad.
Más veloz, la desventura,
quien solo a si mismo cura.
Una tranquila andadura,
transitando a la cordura.
Vertiginosa la luz,
que se pierde en la espesura.
La sangre tranquila fluye,
si frena la calentura.
Es rápida en la locura,
y se frena en la ternura.
Mana el sueño en la criatura,
que sueña con el amor.
Más apacible la voz,
cuando es auténtica y pura.
Deslizándose entre brumas,
la verdad abre caminos,
caminos que meditando,
se envuelven al corazón,
como a la rama un ofidio.
Desaforada pasión,
que arrebata los sentidos,
desbocando el corazón.
Veloz sacude la ira,
las fibras de la razón.
Raudo huye en la maleza,
el ser del fiero enemigo,
que acecha su integridad,
amenazando a sus hijos
o agazapado, en alerta,
se debaten sus sentidos,
el miedo en su sangre medra,
galopando entre latidos.
Veloz la vida transcurre,
si se acerca al precipicio,
en el insondable abismo,
que agrieta la realidad.
Un pensamiento que grita,
en la honda soledad,
de quien hurta sus sentidos.
El lento y tranquilo mimo,
seduciendo a la verdad.
Vertiginoso el amor,
que en el fondo precipita
y se aleja entre sonrisas,
vacío en su vacuidad.
Amor que vive sin prisa,
más fogoso en la pasión.
Amor que ama la verdad,
cuando la nobleza brilla.
Tranquila y veloz la vida,
que sin parar viene y va,
a veces, dando alegrías,
otras dolor sin piedad.
En su inmensa variedad,
la realidad, es su premisa.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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