Vuelve el ayer,
como un látigo de aire.
Camuflado entre sueños,
en el tiempo, al socaire,
del sutil sentimiento,
que va y viene al capricho,
del frágil pensamiento.
Una bola de nieve,
que se agranda cayendo.
Una voluta de humo,
un temblor en el cuerpo,
una fibra que vibra,
un acorde sincero,
de un amor que palpita.
El perfume del beso,
la pasión que subyuga
y ese lento aleteo,
de los ojos que miran.
Vuelve la idea,
primigenia y auténtica,
a desvelar secretos,
a liberar fronteras.
Vuelve a ser la marea,
en su cambiar constante,
la que descubra o tape,
la que inunde la tierra.
Vuelve el sonido efímero,
paulatino y chirriante.
Un disparo de viento,
que arrebata la vida,
un impacto de sueño,
para vivir sin prisa.
Un golpe del destino,
reiniciando la dicha.
Un silencioso trueno,
que al amor sacrifica,
La verdad que golpea,
a la necia mentira.
Vuelve el amor sin freno,
como un soplo que mima,
una suave corriente,
que dibuja la risa.
La canción de los besos,
soslayando la envidia
y la larga mirada,
que a la vida escudriña,
en la urdimbre que extiende,
el hilo de la vida.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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