viernes, 29 de mayo de 2020

VIVIR SIN MIEDO.


Temor que al ánimo acude,
cual sibilina sentencia,
que en las fibras se construye,
para que vibren inquietas.
Temblor que al cuerpo sacude,
como el odio a la conciencia.

Se quedó entre bambalinas,
preso en ese miedo escénico,
se ajó su fina apariencia,
palideciendo su credo.
Se retrepó entre sus miedos,
como huyendo de su esencia
y la fútil impaciencia,
puso fin a sus anhelos.

Quedose entre los vapores,
de sus furtivos sudores,
en los miedos interiores,
revoloteando en los sueños.
Atrapado entre los goces,
nació el temor en el pecho,
lechosos los prietos gestos,
en los furtivos temblores.

Vive en el fondo el temor,
que se alimenta al acecho,
de la sutil emoción.
Anida en el corazón,
como una célula herida,
que somete su latido.
Un tembloroso reflejo,
de su carne dolorida.

En el amor muere y vive
como una frágil goleta,
al socaire del destino.
En la senda fugitiva,
de deseos insatisfechos,
vive el valor escondido,
para soportar el miedo.
Amor de calor y frío,
que va bordeando el sendero.

Vence la emoción al miedo,
que se oculta en su guarida,
la sibilina sonrisa,
en su profundo agujero,
la muda voz que respira,
en el cráter de su cuerpo.
Nace el amor al rescate,
revelando su criterio.

Valor y amor, viven juntos,
como la nieve y el hielo,
dispuestos a la batalla,
para vencer al intruso.
Se escurre en el negro el miedo,
la claridad le descubre.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

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